Miles de veces los hemos utilizado, un millón de veces los hemos escuchado y, aunque entendemos a la perfección su significado, ¿sabemos de dónde vienen esos refranes y expresiones populares que tanto nos sirven para explicar y entender las cosas? Aquí resolveremos los misterios que se esconden detrás de las frases hechas y los dichos más famosos.
¿Cuántas veces hemos utilizado frases hechas del castellano que nos han venido al pelo para hacernos entender? ¿Cuántas veces hemos entendido a la perfección a alguien que nos intentaba explicar algo complejo con ayuda del refranero popular universal? Pues para que hables y comprendas con fundamento, vamos a explicar de dónde vienen algunas de los refranes y expresiones populares que más han ayudado a la comunicación oral y escrita.
Refranes y su significado
Antes de empezar, tenemos que explicar el concepto «refrán». Según la RAE (Real Academia Española), es un dicho agudo y sentencioso de uso común. Viene de la palabra francesa «refrain» que significa sentencia o dicho popular que enseña o aconseja algo. La sabiduría popular contemporánea y la antigua, basadas en la experiencia y observación de la vida, del trabajo, de las costumbres y de las creencias de nuestros ancestros, han compuesto nuestro refranero castellano con expresiones perfectamente aplicables a la actualidad.
Frases en verso, pareados con rimas asonantes o consonantes, frases con cierto ritmo o fáciles de memorizar se han transmitido de boca en boca hasta hoy a lo largo de los tiempos, y ahora nosotros vamos a explicar su significado original en nuestra cruzada conjunta de difundir el porqué de las cosas.
Expresiones populares
Ojo por ojo, diente por diente
En la antigua Babilonia, el Código de Hammurabi recogía las leyes civiles de los pobladores del sur de la actual Bagdad hace casi 4,000 años. En él se determinaba que «si un hombre le quita un diente a otro en una reyerta, el atacante pagará con uno de sus dientes». Debido al endurecimiento de las leyes durante el éxodo del pueblo judío, el Antiguo Testamento recoge «el que cometa un delito pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, contusión por contusión». Si el agredido lo deseaba, se podía suprimir la pena a cambio de una compensación económica.
Actualmente ninguna legislación moderna incluye leyes similares, aunque la mayoría de nosotros aplicamos literalmente la de «ojo por ojo» en gran parte de los casos en que alguien nos perjudica. ¿Merece la pena? Hay otras expresiones populares que dicen cosas como «recoges lo que siembras».
Poner los puntos sobre las íes
Cuando se crearon los caracteres góticos, los escribas tenían dificultades para diferenciar la U de dos letras I juntas, por lo que decidieron ponerles puntos a estas últimas. A todo el mundo no le agradó esta idea por considerarla un tanto quisquillosa. Desde entonces empezamos a usar esta frase para expresar que algo debe quedar muy claro o debe corregirse.
Aunque parezca quisquillosa la frase, soy de los que piensa que mejor poner los puntos sobre las íes y asegurarnos de que nos entienden a la perfección, que poner en práctica alguna de esas expresiones populares del tipo «a buen entendedor pocas palabras bastan» y llevarnos algún susto por sobrevalorar a nuestro interlocutor, ¿no crees?
Estar sin blanca
La blanca, también conocida como maravedí, era una moneda que se usó durante la Edad Media en la época de los reyes católicos hasta el siglo XVI. La expresión «estar sin blanca» significa literalmente «estar sin monedas» o mejor dicho «tieso».
Lo cierto es que actualmente yo sigo diciendo eso de «no tengo un duro» y en tiempos del euro lo raro sería que lo tuviera. Estos tiempos de crisis has ayudado a reforzar todas las formas de decir que estamos «a dos velas», ayudando a mantener vivo nuestro amplio surtido de expresiones populares. ¡Algo bueno tenía que tener! …aunque no compensa.
Vete al carajo
De todas las veces que nos han mandado al carajo, ¿hemos ido alguna vez? Lo dudo mucho. Para entender expresiones populares como esta, es necesario saber que el carajo, lejos de ser un lugar donde podemos freír chuchangas o lleno de mierda, es el puesto de guardia situado en el palo más alto de los antiguos navíos españoles. Es un lugar al que no querían ir ni los marineros más avezados porque el continuo balanceo y los movimientos oscilantes que sufrían en él hacían que sus estómagos se dieran la vuelta como un calcetín.
Tan aterrador era para los tripulantes del velero que servía como lugar de castigo o escarmiento para aquellos que habían infringido alguna de las duras normas de los hombres de mar. De ahí que expresiones populares como «no me importa un carajo» se usen como muestra de valentía para indicar que no le tienes miedo a algo, y que expresiones como «no se ve un carajo» se usaran para dar a entender que, debido a algún factor externo como lejanía, niebla u oscuridad, no se veía el puesto de vigía del barco.
A partir de ahora, cada vez que digas que algo no te importa un carajo, piensa en que puedes acabar vomitando hasta la primera papilla.
Meterse en camisas de once varas
Esta expresión viene de la Edad Media donde era costumbre, al adoptar un hijo, que el padre adoptivo metiera al pequeño por la manga de una camisa muy amplia y lo sacara por el cuello para simbolizar con este recorrido un segundo parto. Una vara equivale a 835,9 mm., por lo que la medida de once varas se usaba para referirse exageradamente a una camisa enorme con mangas muy largas.
Quien se metía en una camisa como esta, terminaba en una familia y en un lugar que no eran los suyos y, en el caso de adopciones de jóvenes y adultos, no siempre salía bien. De ahí que cuando alguien te dice «no te metas en camisas de once varas» te está diciendo «no te compliques y no te metas en asuntos que no sabes cómo van a acabar y que es posible que no te reporten ningún beneficio».
Así que ya sabes, si crees que puede ser peor el remedio que la enfermedad, no te compliques y déjalo estar. Seguro que hay muchas expresiones populares para decir esto…
Echar un polvo
En este caso todos tenemos claro lo que significa (alguno incluso la ha llevado a la práctica), pero casi nadie sabe de dónde viene esta belleza del idioma. Los burgueses y aristócratas del siglo XVIII esnifaban un tipo de tabaco en polvo llamado rapé. Como el polvo solía producir indecorosos estornudos y moqueos, se hizo costumbre retirarse a otra estancia para esnifar tabaco en privado y no perder el glamour público que tanto costaba mantener en esa época.
Solo tenías que decir «voy a echar un polvo» para poder excusarte y empolvarte la napia. Estos momentos de soledad eran aprovechados por algunos amantes furtivos para darse el lote a espaldas del resto, de ahí que la expresión «vamos a echar un polvo» empezase por hablar de unos vicios y terminase por referirse a otros.
No sé qué es más curioso, que utilicemos la frase «echar un polvo» para darle movimiento a la pelvis o que hace unos siglos se metieran tabaco por la nariz. Se ve que tuvieron que hacer unas cuantas pruebas empíricas para darse cuenta de que el agujero correcto era la boca (y estamos hablando del tabaco).
Poner los cuernos
Parece que la cosa va de sexo. Nos remontamos al siglo X de la lejana Escandinavia cuando los vikingos eran los reyes del pillaje. Como muchos recordaréis, los vikingos tenían derecho a yacer con las mujeres de los campesinos, y para que los primeros no fueran molestados en el acto por los segundos, colgaban unos cuernos de res por fuera de la tienda. De ahí que la expresión popular «poner los cuernos» signifique meterse en faldas ajenas.
Un ejemplo más de que el tipo duro siempre se lleva a la chica.
Dar calabazas
Los que usan las anteriores expresiones populares seguro que lo pasan mejor que los que usan esta otra. En la antigua Grecia se consideraba que la calabaza tenía propiedades afrodisíacas, por lo que se recomendaba comerla a aquellos que debían mantener la castidad evitando así que frecuentaran entornos libidinosos. Por este motivo se empezó a utilizar la frase «dar calabazas» cuando alguien no era correspondido en el amor y necesitaba paliar su ansiedad corporal de alguna otra manera.
Pues si la manera de encontrar consuelo después de que nos rechacen es meternos una buena dosis de afrodisíaco, no me quiero imaginar cómo curaban las hemorroides.
Día de perros
Aunque lo parezca, un día de perros no significa haber tenido un día malo en el que la suerte nos ha dado esquinazo. Esta frase hace referencia al clima. Se empezó a usar en centroamérica cuando cayeron en la cuenta de que los días más calurosos del año coincidían con el claro avistamiento de las constelaciones de Canis Mayor y Canis Menor (Perro Mayor y Perro Menor). Nada más simple, cada vez que hacía un día de calor sofocante y bochornoso, aparecían dos perretes en el cielo, así que un día de perros era un día para dejar de trabajar y guarecerse a la sombra.
Es curioso que para los españoles un día de calor sea un día de felicidad aderezado con cervezas frías, unos espetos de sardinas y unos buenos baños en la playa. Si eso es un día de perros creo que me he reencarnado en la especie equivocada.
Dormirse en los laureles
Muchas de las expresiones populares que utilizamos proceden del antiguo imperio romano. Es el caso de la expresión «dormirse en los laureles». Cuando un gladiador ganaba un combate en la arena, un atleta ganaba una prueba olímpica, un general ganaba una batalla o un emperador la guerra, se les honraba con una corona de laureles. Cuando estos se acomodaban a los logros pasados y descuidaban sus labores se decía que se dormían en los laureles haciendo referencia a la corona y a su pasividad.
La verdad es que dormirse sobre una corona de laureles no es muy cómodo que se diga, así que es mejor seguir creciendo y consiguiendo nuevos objetivos.
¿Qué te han parecido estas expresiones populares? Seguro que has echado más de un polvo, has puesto o te han puesto los cuernos, te han dado alguna que otra calabaza, has sufrido más de un día de perros y alguna que otra vez te has dormido en los laureles. Así que no puedes decir que esta clase de historia no te ha venido de perlas para dar sentido a tu forma de hablar.